«El clan»: la cara más oscura de la familia argentina

«El clan»: la cara más oscura de la familia argentina

En 2015, el cine argentino presenció el estreno de una de las películas más inquietantes y comentadas de la década: Historia de un clan, dirigida por Pablo Trapero. Basada en los crímenes reales cometidos por la familia Puccio durante los años oscuros de la posdictadura, la película explora uno de los casos policiales más estremecedores

En 2015, el cine argentino presenció el estreno de una de las películas más inquietantes y comentadas de la década: Historia de un clan, dirigida por Pablo Trapero. Basada en los crímenes reales cometidos por la familia Puccio durante los años oscuros de la posdictadura, la película explora uno de los casos policiales más estremecedores de la historia argentina. Lejos de ser un simple thriller policial, la obra de Trapero es un retrato perturbador de la hipocresía, el autoritarismo y la violencia larvada en el seno de una familia tradicional de clase media-alta.

Con un elenco encabezado por Guillermo Francella, quien se aleja radicalmente de su registro habitual, Historia de un clan combina cine de género con drama psicológico, y se posiciona como una reflexión crítica sobre una Argentina marcada por la impunidad, el silencio y la continuidad de ciertas lógicas represivas en la vida civil posterior a la dictadura.

Los Puccio: una familia, muchos secretos

La película está inspirada en hechos reales ocurridos en los años 80, poco después del retorno a la democracia. En el barrio de San Isidro, provincia de Buenos Aires, vivía la familia Puccio: Arquímedes (el padre), su esposa Epifanía y sus hijos, entre ellos Alejandro, estrella del rugby y figura social. A simple vista, eran una familia respetable y conservadora, bien integrada en su comunidad. Sin embargo, detrás de esa fachada se escondía una maquinaria criminal: secuestraban personas de su entorno para pedir rescates, y luego las asesinaban.

Historia de un clan no se limita a narrar estos crímenes con frialdad documental. Trapero enfoca la atención en las tensiones internas de la familia, en la psicología del poder dentro del hogar, y en cómo la obediencia y la lealtad se transforman en herramientas de manipulación. El personaje de Arquímedes Puccio, interpretado magistralmente por Francella, encarna al patriarca autoritario, un estratega frío y calculador que justifica sus actos como una forma de mantener el orden y proteger a su familia.

Guillermo Francella: la sorpresa del año

Uno de los mayores aciertos del film es la elección de Guillermo Francella para el papel protagónico. Conocido hasta entonces por su larga trayectoria en comedia, Francella sorprende con una actuación contenida, oscura y profundamente perturbadora. Su Arquímedes Puccio es un hombre que puede sonreír con amabilidad mientras planea un secuestro, o sentarse a cenar con su familia mientras una víctima está atada en el sótano. Esa dualidad —entre la imagen pública y el crimen íntimo— es uno de los ejes centrales de la película.

Francella logra transmitir el terror no con gestos exagerados, sino con una calma que hiela la sangre. Su interpretación fue ampliamente elogiada por la crítica y le valió premios y reconocimientos tanto a nivel nacional como internacional.

Pablo Trapero y el cine de la incomodidad

Con esta película, Pablo Trapero confirma su lugar como uno de los grandes autores del cine latinoamericano contemporáneo. Ya conocido por obras como El bonaerense y Carancho, Trapero vuelve a trabajar con los márgenes del crimen y la moral, pero esta vez desde el corazón mismo de la sociedad.

El director construye una narrativa que evita el morbo fácil y apuesta por la incomodidad sostenida. La cámara se mueve con frialdad quirúrgica por los ambientes del hogar Puccio, captando los silencios, las miradas, las rutinas que conviven con el horror. La puesta en escena —sobria, opresiva— refuerza la sensación de claustrofobia: estamos atrapados en una casa donde el amor y la violencia coexisten como si nada.

Trapero también hace un uso notable de la música: muchas escenas clave están acompañadas por canciones pop de los años 80, que contrastan irónicamente con la brutalidad de lo que sucede en pantalla. Esta elección no solo subraya la perversidad de los actos, sino que también funciona como un guiño a la banalización social del horror.

Una crítica a la transición democrática

Más allá de su dimensión policial y psicológica, Historia de un clan es una obra profundamente política. El personaje de Arquímedes Puccio había trabajado para los servicios de inteligencia durante la dictadura, y sus métodos —interrogatorios, secuestros, desapariciones— se mantienen intactos en la democracia, aunque al servicio de intereses personales.

La película sugiere que el pasaje a la democracia no fue tan claro como se cree, y que muchas prácticas represivas simplemente se reacomodaron. La complicidad de sectores sociales, la ceguera voluntaria de los vecinos, y la inercia de la obediencia familiar son elementos que el film expone sin subrayar, pero con fuerza demoledora.

Recepción y legado

Historia de un clan fue estrenada con éxito en el Festival de Venecia, donde recibió una cálida acogida. En Argentina, fue tanto un éxito de crítica como de público, consolidando una tendencia hacia el cine de género con contenido social y político. Su impacto fue tal que, poco después, se produjo una serie homónima para televisión, protagonizada también por Francella, pero con un enfoque más amplio y episódico.

La película se inscribe en una tradición del cine argentino que combina lo policial con lo histórico, y que encuentra en el pasado reciente un terreno fértil para la reflexión. Como en El secreto de sus ojos o La historia oficial, el crimen no es solo un acto individual, sino un síntoma de una sociedad enferma o en negación.

Conclusión: un espejo oscuro

Historia de un clan no es solo una gran película: es un espejo oscuro donde se reflejan las zonas más turbias de la sociedad argentina. A través de la historia de los Puccio, Pablo Trapero nos obliga a mirar de frente la violencia estructural, la hipocresía familiar y la herencia envenenada de una dictadura que no terminó del todo en 1983.

Con actuaciones brillantes, una dirección precisa y un trasfondo inquietante, esta película se convirtió en una referencia obligada para entender no solo un caso criminal, sino un momento histórico. En tiempos donde la memoria parece disputarse en todos los frentes, Historia de un clan recuerda que el terror no siempre viene de afuera: a veces, vive al lado.

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