“El Encargado”: una ficción que desnuda una verdad incómoda de la Argentina actual

“El Encargado”: una ficción que desnuda una verdad incómoda de la Argentina actual

La serie argentina El Encargado, protagonizada magistralmente por Guillermo Francella y producida por Star+, se ha convertido en un fenómeno cultural no solo por su calidad narrativa y actoral, sino también por el espejo que pone frente a una sociedad marcada por contradicciones, avivadas y decadencias estructurales. Lo que a simple vista parece una comedia

La serie argentina El Encargado, protagonizada magistralmente por Guillermo Francella y producida por Star+, se ha convertido en un fenómeno cultural no solo por su calidad narrativa y actoral, sino también por el espejo que pone frente a una sociedad marcada por contradicciones, avivadas y decadencias estructurales. Lo que a simple vista parece una comedia negra sobre la vida de un portero termina revelándose como una crítica incisiva a muchos de los males que aquejan a la Argentina contemporánea: la sobre sindicalización, el poder informal, la viveza criolla y las mafias que operan en todos los niveles de la sociedad.


El personaje central como síntesis de una lógica perversa

Eliseo (interpretado por Francella) es el encargado de un edificio lujoso en la Ciudad de Buenos Aires. A primera vista parece servicial, diligente y carismático, pero conforme avanza la serie, su verdadera naturaleza se revela: es manipulador, invasivo, oportunista y profundamente conocedor de los secretos de los vecinos, los cuales usa a su favor sin escrúpulos. No es un villano caricaturesco; es un personaje profundamente argentino. Representa al que “se la rebusca”, al que usa la información, la ley y la trampa en dosis iguales para asegurarse su lugar de poder, incluso cuando, formalmente, es un simple trabajador de mantenimiento.

Este juego de apariencias es clave: Eliseo no solo domina el edificio desde lo físico (tiene acceso a todas las llaves y rincones), sino también desde lo simbólico. Su figura está protegida por el sindicato, por la costumbre y por una red de relaciones tejida a fuerza de oportunismo.


La sobre sindicalización: poder sin control

En El Encargado, el sindicato de porteros (una clara alusión a SUTERH) aparece como una institución intocable, que respalda a Eliseo incluso cuando los propietarios del edificio intentan desplazarlo. Este reflejo de la realidad argentina expone un fenómeno profundo: el sindicalismo argentino, originalmente pensado para defender derechos laborales, se ha convertido en muchos casos en una maquinaria de poder político y económico con privilegios exagerados y escasa renovación.

En Argentina, un sindicato puede condicionar el funcionamiento de empresas, obras públicas, escuelas y hasta hospitales. Los líderes sindicales permanecen décadas en sus cargos, y sus estructuras muchas veces funcionan con lógicas mafiosas. En la serie, el personaje de Eliseo no solo se siente impune gracias a este respaldo, sino que lo usa como una amenaza velada para mantener su posición frente a los propietarios. Es el reflejo perfecto del poder sindical que ya no representa al trabajador común, sino a una casta enquistada que vive del sistema sin rendir cuentas.


La ley del más fuerte: justicia informal en tiempos de decadencia

Otro de los aspectos que El Encargado retrata con agudeza es la forma en que se imponen las decisiones en el edificio: no a través de consensos, ni normas, ni instituciones, sino por presión, extorsión y chantaje. Eliseo se convierte en una figura todopoderosa no porque tenga un contrato blindado, sino porque nadie se atreve a enfrentarlo frontalmente. Esta lógica se replica a gran escala en la Argentina, donde la legalidad muchas veces cede paso a la ilegalidad tolerada: desde piquetes que paralizan ciudades, hasta grupos que se apropian de tierras con apoyo político o judicial.

La serie plantea con ironía pero sin perder profundidad que muchas veces, en Argentina, la ley importa menos que la capacidad de manipularla, torcerla o ignorarla. Eliseo no es poderoso porque esté del lado de la ley, sino porque aprendió a moverse en sus grises, sus zonas oscuras, sus contradicciones.


Las mafias y los pactos implícitos

Un punto clave de El Encargado es cómo, detrás del supuesto orden y normalidad del edificio, se esconden redes informales de poder, intereses cruzados y pequeños pactos de silencio. Cada propietario tiene algo que esconder, y Eliseo lo sabe. Él es el guardián del secreto, pero también su verdugo. A cambio de callar, exige respeto, poder y control. Esta dinámica puede extrapolarse perfectamente a muchas instituciones argentinas: la política, la justicia, el sindicalismo, los movimientos sociales. Todos funcionan en base a acuerdos no escritos, en donde la moral queda subordinada al beneficio individual.

La corrupción no se muestra como un gran acto cinematográfico, sino como una serie de pequeñas traiciones cotidianas que se normalizan. Lo importante no es hacer las cosas bien, sino que no se note que están mal. Esta lógica de la impunidad estructural es uno de los grandes flagelos que explican por qué un país tan rico como Argentina ha terminado atrapado en la decadencia.


La “viveza criolla”: cuando la trampa se transforma en cultura

Uno de los temas más profundos que aborda la serie es el de la viveza criolla. Eliseo es un producto de esa mentalidad: el que saca ventaja, el que se las ingenia, el que “gana” no por mérito, sino por habilidad para sortear reglas. Esta idiosincrasia, tan celebrada en el discurso cotidiano argentino, es también una de las causas del deterioro institucional y económico. Porque si todos hacen trampa, nadie confía en nadie. Y sin confianza no hay contratos, inversiones ni progreso.

El Encargado muestra cómo esta viveza, lejos de ser inofensiva, puede ser profundamente destructiva cuando se convierte en el criterio dominante. En el edificio, la convivencia se enrarece, el clima se vuelve hostil, la paranoia se apodera de los vecinos. Todos sospechan de todos. Nadie se siente seguro. Una metáfora perfecta de una sociedad donde las reglas son solo sugerencias.


Argentina: de país rico a villa miseria

La historia argentina reciente es un catálogo de oportunidades perdidas. Con recursos naturales inmensos, una población educada y un entramado productivo variado, el país supo estar entre los más ricos del mundo a principios del siglo XX. Sin embargo, un siglo después, la pobreza alcanza al 50% de la población, la inflación es crónica, la inseguridad jurídica ahuyenta inversiones y el Estado se ha convertido en un botín en disputa entre facciones más interesadas en el poder que en el bien común.

El Encargado, desde su microcosmos de consorcio, refleja con precisión esta transformación. El edificio representa al país: una estructura que intenta mantenerse en pie mientras su administración está infiltrada por intereses espurios, negligencia y connivencia. Eliseo simboliza al que se adapta al caos, al que no necesita que las cosas mejoren porque sabe cómo moverse en la oscuridad.


Conclusión: una ficción necesaria

El Encargado no es solo una gran serie de entretenimiento. Es, sobre todo, una obra política —en el sentido profundo del término— que nos interpela como sociedad. Nos pregunta hasta qué punto hemos normalizado la corrupción, el chantaje, la impunidad y la trampa como formas de funcionamiento cotidiano. Nos obliga a mirar el reflejo de una Argentina que, por no hacer autocrítica, se hunde cada día más en su propia decadencia.

Y quizás el mayor mérito de la serie es haber logrado todo eso sin caer en el panfleto, usando el humor, la ironía y una narrativa envolvente. En un país donde muchas veces se callan verdades para no incomodar, El Encargado se anima a incomodar. Y lo hace desde un lugar de inteligencia, crudeza y brutal honestidad.

Lumiere
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