«El puntero»: la política desde la trinchera

«El puntero»: la política desde la trinchera

En 2011, Canal 13 estrenó una de las series más impactantes de la televisión argentina de la última década: «El puntero», una ficción que, bajo la apariencia de un drama social, se convirtió en un retrato feroz y humano del poder territorial, el clientelismo y los márgenes del sistema democrático. Protagonizada por Julio Chávez en

En 2011, Canal 13 estrenó una de las series más impactantes de la televisión argentina de la última década: «El puntero», una ficción que, bajo la apariencia de un drama social, se convirtió en un retrato feroz y humano del poder territorial, el clientelismo y los márgenes del sistema democrático. Protagonizada por Julio Chávez en uno de los papeles más intensos de su carrera, la serie fue creada por Mario Segade y Adrián Suar, y dirigida por Daniel Barone, combinando realismo crudo con momentos de introspección emocional y hasta elementos de thriller político.

“El puntero” no solo fue un éxito de audiencia y crítica, sino también una ventana que dejó al descubierto las dinámicas ocultas de la política barrial en Argentina, mostrando cómo se construye poder desde abajo, a veces con lealtad, otras con manipulación, pero siempre en una zona gris donde los fines y los medios se entrelazan peligrosamente.


El Gitano: entre el carisma y la oscuridad

El personaje central de la serie es Pablo Aldo Perotti, conocido como “El Gitano”, un puntero político de una villa del conurbano bonaerense. Julio Chávez lo interpreta con una intensidad abrumadora: carismático, impredecible, contradictorio. El Gitano es amado por muchos vecinos porque los ayuda a conseguir trabajo, subsidios, viviendas o alimentos. Pero también es temido, porque su poder se basa en el control, la amenaza y el uso discrecional de recursos.

Lo que hace único a El Gitano es su complejidad moral. No es ni un héroe ni un villano. Es alguien que cree en su rol, que se siente imprescindible, que justifica sus acciones porque “alguien tiene que hacer el trabajo sucio”. Su figura condensa muchas características del caudillo barrial: la cercanía con la gente, la lealtad afectiva, la habilidad de tejer redes con referentes políticos, punteros rivales, policías, empresarios e incluso sectores del delito.


Una mirada desde las bases del poder

A diferencia de otras ficciones políticas que se centran en los grandes salones del Congreso o en la alta política, El puntero pone el foco en la base de la pirámide del poder, donde las decisiones afectan la vida cotidiana de las personas. El Gitano no legisla ni firma decretos, pero decide quién recibe una chapa para el techo, quién entra a un plan social, quién va a la lista del partido y quién queda afuera.

En ese nivel, la política no es ideología sino supervivencia. Se negocia con necesidades reales, y se administra la pobreza como una forma de construcción de poder. La serie muestra con crudeza cómo los punteros manejan estructuras estatales desde la informalidad, siendo el nexo entre la gente y los políticos de escritorio.


Un elenco de peso

El reparto de El puntero es uno de sus mayores logros. Junto a Julio Chávez, brillan Luis Luque como Lombardo (el intendente y aliado del Gitano), Gabriela Toscano como Clarita (la esposa del Gitano), Rodrigo de la Serna como Levante (el puntero joven y violento que le disputa el poder), y Belén Blanco como La Negra, un personaje clave en la trama amorosa y emocional de la serie.

Cada uno representa distintos aspectos del ecosistema político y social del barrio. Desde los funcionarios con aspiraciones de carrera hasta los militantes de base, pasando por los operadores, los amigos leales, los traidores y las víctimas del sistema. La dirección de actores es precisa, y las actuaciones logran transmitir tanto la brutalidad como la ternura que habita en un mundo donde nada es blanco o negro.


Narrativa y estética realista

La serie fue grabada en escenarios reales, principalmente en villas y barrios populares del Gran Buenos Aires, lo que le otorga una estética cruda, documental, reforzada por una fotografía que prescinde del glamour. No hay idealización ni maquillaje: se muestra la precariedad, el hacinamiento, los pasillos angostos, los parlantes a todo volumen, los carteles de campaña colgados en las casas.

La narrativa, por su parte, combina momentos de fuerte carga dramática con giros argumentales propios del thriller político. La historia del Gitano está atravesada por traiciones, alianzas inesperadas, pérdidas personales y una constante tensión entre el deseo de poder y el peso de la conciencia. El conflicto central —la lucha por el control territorial y político del barrio— se convierte también en un drama existencial.


Crítica social y resonancia política

El puntero se convirtió rápidamente en una serie de culto porque tocó temas que rara vez se abordan con honestidad en la televisión argentina: el clientelismo, el uso político de la pobreza, la corrupción estructural, la militarización de los barrios, y la delgada línea entre la militancia y la extorsión.

Aunque no hace una crítica directa a partidos específicos, la serie fue interpretada por muchos como una alegoría del sistema político argentino contemporáneo. El Gitano representa ese actor imprescindible y a la vez repudiado por las élites: el intermediario que maneja el territorio, sin el cual el aparato político no puede funcionar, pero que nunca será plenamente aceptado en las esferas del poder “limpio”.

La figura del puntero, encarnada en El Gitano, está construida sin maniqueísmos. El espectador puede empatizar con él, entender sus motivos, incluso admirarlo, pero también sentirse incómodo frente a sus decisiones. Esa ambigüedad es uno de los grandes méritos del guión.


Recepción y legado

La serie fue un fenómeno tanto de rating como de crítica. Ganó múltiples premios Martín Fierro, incluyendo Mejor Unitario, Mejor Actor y Mejor Actriz. Fue elogiada por su valentía temática, por su solidez artística y por su capacidad de conectar con una realidad silenciada por los medios tradicionales.

El puntero dejó una huella profunda porque mostró lo que muchos preferían no ver: que el poder no siempre se ejerce desde arriba, y que en los márgenes del sistema también se construyen formas de autoridad, legitimidad y control social. A más de una década de su estreno, la serie sigue siendo referencia obligada cuando se habla de ficciones políticas en América Latina.


Conclusión: entre la tragedia y la verdad

El puntero no es una historia sobre un héroe ni una fábula moral. Es una tragedia contemporánea, donde los personajes están atrapados en un sistema que los excede. Pero también es una radiografía precisa de cómo se ejerce el poder en los territorios, y de cómo se negocia, se traiciona y se sobrevive en un país donde la política se respira desde la cuna.

Julio Chávez, con su interpretación monumental, convirtió a El Gitano en uno de los personajes más memorables de la televisión argentina. Y la serie, al mostrar lo que nadie se atrevía a mostrar, se ganó un lugar entre las grandes obras del audiovisual nacional.

Lumiere
ADMINISTRATOR
PERFIL

Posts Carousel

Deja un Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Latest Posts

Top Authors

Most Commented

Featured Videos