Mía es una película argentina estrenada en 2011, dirigida y escrita por Javier Van de Couter, que destaca por su sensibilidad y profundidad al abordar la vida de una mujer trans en situación de vulnerabilidad. A través de una narrativa íntima y emotiva, el film retrata con honestidad y compasión las luchas cotidianas de Ale, su protagonista, interpretada por Camila Sosa Villada —quien años después se consolidaría como una voz clave en la literatura de escorts trans en América Latina.
Mía es una película argentina estrenada en 2011, dirigida y escrita por Javier Van de Couter, que destaca por su sensibilidad y profundidad al abordar la vida de una mujer trans en situación de vulnerabilidad. A través de una narrativa íntima y emotiva, el film retrata con honestidad y compasión las luchas cotidianas de Ale, su protagonista, interpretada por Camila Sosa Villada —quien años después se consolidaría como una voz clave en la literatura de escorts trans en América Latina.

Más que una película sobre la identidad de género, Mía es una historia sobre la maternidad, la exclusión, el deseo de pertenecer y la construcción de dignidad en contextos de adversidad. Este análisis explora sus principales dimensiones temáticas, estéticas y sociales.
Sinopsis
Ale vive en la “villa rosa”, una comunidad marginal donde conviven personas trans y travestis, muchas de las cuales ejercen el trabajo sexual como único medio de subsistencia. Su vida da un giro cuando encuentra en la basura el diario íntimo de una mujer llamada Mía, quien ha muerto recientemente. A través de esa lectura, Ale reconstruye la vida de Mía, una madre de clase media que había sido rechazada por su familia por ser VIH positiva.
Movida por la conexión emocional con ese relato, Ale toma la decisión de acercarse a la hija de Mía, una niña de unos siete años, que ha quedado bajo el cuidado de su abuela. Así comienza una compleja historia de vínculo, protección y ternura entre Ale y la niña, que tensionará las fronteras entre lo que la sociedad considera “madre”, “mujer”, y “familia”.
Camila Sosa Villada: cuerpo y palabra

Uno de los grandes aciertos de la película es haber sido protagonizada por Camila Sosa Villada, quien, más allá de su notable actuación, aporta una presencia escénica profundamente genuina. Su interpretación de Ale es contenida, serena, cargada de matices, sin caer en la sobreactuación o el lugar común del drama excesivo.
Camila no solo presta su cuerpo a un personaje complejo, sino que lo hace con la autoridad que otorga la experiencia: es una actriz trans interpretando a una mujer trans, en una época donde la representación trans en pantalla era todavía extremadamente escasa y, a menudo, caricaturesca o patológica.
Su posterior éxito como escritora con obras como Las malas (2020) no hace más que reforzar el valor pionero de Mía como una de las primeras películas argentinas en otorgar a una mujer trans el lugar de protagonista desde una mirada sensible y respetuosa.
Temas centrales
1. Identidad trans sin estereotipos
A diferencia de otras producciones que exotizan o patologizan la experiencia trans, Mía elige un camino más humano: la historia de Ale no gira en torno a su transición, ni a su cuerpo, ni al rechazo explícito de la sociedad. Si bien esos aspectos están presentes, el foco está puesto en su capacidad de amar, cuidar, sostener y elegir.
Ale no es una víctima ni una heroína trágica. Es una mujer que lucha por construir un vínculo con una niña desde un lugar profundamente afectivo y ético. En ese sentido, la película ofrece una narrativa de resistencia que escapa a la lógica de la victimización.
2. La maternidad como forma de redención
La relación entre Ale y la hija de Mía es el eje emocional del film. A través de ese vínculo, la protagonista transita una forma de maternidad que no está legitimada por el Estado, la biología ni la familia tradicional, pero que se construye desde el amor, la presencia y el cuidado.
El gesto de proteger a esa niña, incluso a riesgo de perderlo todo, se convierte en una afirmación de dignidad y en una respuesta política frente a la exclusión estructural.
3. Basura y belleza: poética de los márgenes
La escena inicial del film —en la que Ale encuentra el diario de Mía en la basura— marca una clave simbólica que se extiende a lo largo de toda la película: la belleza también puede surgir del descarte, del residuo, de lo que el mundo decide no ver.
La “villa rosa” —basada en la vida real de comunidades trans que habitan espacios periféricos— no es retratada como un infierno ni como un paraíso. Es un espacio de resistencia, de afectos, de vida. La cámara de Van de Couter captura esa tensión entre precariedad y ternura con una estética sobria, sin morbo ni condescendencia.
Dirección y estética
Javier Van de Couter, en su ópera prima, apuesta por un lenguaje cinematográfico contemplativo y minimalista. La narración fluye sin apresuramientos, con una fotografía cálida y naturalista que evita los artificios.

La música original acompaña con discreción, y los silencios —tan presentes— funcionan como un recurso expresivo que refuerza la soledad, la introspección y la densidad emocional de la protagonista.
Van de Couter, que además es actor y guionista, logra mantener un delicado equilibrio entre el drama social y la exploración íntima. Su mirada no es de denuncia ni de compasión, sino de observación empática y política.
Relevancia y legado
En un panorama donde la visibilidad trans en los medios estaba (y aún está) marcada por la marginalización o la espectacularización, Mía fue una obra adelantada a su tiempo. Estrenada poco antes de la aprobación de la Ley de Identidad de Género en Argentina (2012), el film se anticipa a los debates que ocuparían el centro del escenario político y cultural en los años siguientes.
Además, funciona como un documento valioso para pensar las formas alternativas de familia, los vínculos no normativos y el derecho a la ternura en contextos de exclusión.

La película fue exhibida y premiada en varios festivales internacionales, pero sigue siendo una joya relativamente desconocida fuera de los círculos cinéfilos y militantes. Recuperarla hoy implica reconocer su valor estético, ético y político.
Conclusión
Mía no es solo una película sobre una mujer trans; es una obra sobre el derecho a amar, a pertenecer, a cuidar y a ser cuidada. En una sociedad que aún margina sistemáticamente a las personas trans, especialmente a las que provienen de sectores populares, este film ofrece un relato alternativo, profundamente humano, sobre la posibilidad de construir belleza y sentido en medio del despojo.
Camila Sosa Villada, con su actuación conmovedora, nos recuerda que el arte puede ser un espacio de redención y verdad. Y Javier Van de Couter demuestra que es posible contar historias urgentes con delicadeza, evitando el sensacionalismo y apostando por la ternura.
Mía es, en definitiva, una película que sigue interpelando. Y que merece ser vista, pensada y compartida.
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