«Nada»: una pequeña gran joya sobre el vacío, la amistad y la cultura

«Nada»: una pequeña gran joya sobre el vacío, la amistad y la cultura

En 2023, la plataforma Star+ estrenó Nada, una serie argentina corta pero profunda, protagonizada por Luis Brandoni y con la presencia estelar de Robert De Niro. Escrita y dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, creadores de El ciudadano ilustre y Competencia oficial, esta miniserie de cinco capítulos propone un retrato elegante, melancólico y a

En 2023, la plataforma Star+ estrenó Nada, una serie argentina corta pero profunda, protagonizada por Luis Brandoni y con la presencia estelar de Robert De Niro. Escrita y dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, creadores de El ciudadano ilustre y Competencia oficial, esta miniserie de cinco capítulos propone un retrato elegante, melancólico y a la vez humorístico sobre la decadencia de una figura intelectual en un mundo que ya no parece tener lugar para él.

Nada es, como su nombre indica, una historia sobre lo que falta: la pérdida, la obsolescencia, la soledad. Pero también es un canto a los placeres sencillos —la comida, la palabra, la ciudad— y una reflexión sobre cómo reconstruirse a partir de las ausencias.


Manuel Tamayo Prats: un snob entrañable

El centro de la serie es Manuel Tamayo Prats, un crítico gastronómico retirado, culto, refinado, ególatra y profundamente dependiente. Vive en un departamento antiguo en el corazón de Buenos Aires, rodeado de libros, arte, recuerdos y rutinas cuidadosamente orquestadas. Su mundo gira en torno a los placeres sensoriales —la buena comida, el vino, la conversación— y se sostiene gracias a su asistente personal, Celsa, una mujer que le organiza la vida desde hace décadas.

Pero todo cambia cuando Celsa muere inesperadamente. Manuel, de golpe, debe enfrentarse al hecho de que no sabe vivir solo. Incapaz de cocinarse, manejar tecnología o siquiera ordenar su hogar, contrata a Antonia, una joven paraguaya sin experiencia doméstica, para que lo ayude. Esta relación, marcada al principio por el choque de mundos, irá transformándose en una historia de aprendizaje mutuo.

Brandoni construye un personaje entrañable en su miseria. Manuel es irónico, pedante y anacrónico, pero también frágil, dolido y a su manera, tierno. Su figura representa a una generación que se resiste al cambio, pero que en el fondo sufre por no poder adaptarse. Es un hombre que perteneció a un mundo que ya no existe.


De Niro, la carta internacional

La gran sorpresa (y atractivo de marketing) de Nada es la participación de Robert De Niro, quien interpreta a Vincent Parisi, un escritor y amigo íntimo de Manuel, con quien intercambia cartas, ideas y recuerdos. Aunque su participación es breve —aparece principalmente en el primer y último episodio—, De Niro aporta peso simbólico y emocional a la serie.

Su personaje funciona como una especie de alter ego cosmopolita, un testigo y a la vez confidente. Las conversaciones entre ambos, incluso a la distancia, revelan una amistad cultivada a lo largo de décadas, sostenida por la cultura, el afecto y la complicidad. La química entre De Niro y Brandoni, incluso con diálogos en español e inglés, es uno de los puntos altos de la serie.

Más allá del brillo internacional, De Niro cumple un rol clave: el de ayudar a Manuel a mirar(se) desde afuera, a salir de su laberinto narcisista, y a redescubrir lo esencial.


Buenos Aires como escenario emocional

Uno de los grandes protagonistas silenciosos de Nada es Buenos Aires. La serie está impregnada de imágenes de la ciudad: sus calles arboladas, sus cafés, sus librerías, sus restaurantes. No se trata de una postal turística, sino de una atmósfera, una sensibilidad porteña que mezcla melancolía, sofisticación y cierta decadencia elegante.

El guion está lleno de referencias culturales —desde Borges y Sábato hasta el tango, el vino y la literatura francesa— que construyen un universo donde el pasado pesa, pero también dignifica. Manuel es un habitante del siglo XX en pleno siglo XXI, y la ciudad lo refleja: envejecida, bella, algo olvidada, pero todavía vibrante.

La gastronomía también tiene un papel central. No como receta, sino como lenguaje. Cada comida, cada vino, cada elección culinaria revela aspectos del alma de los personajes. Comer, en Nada, es una forma de sentir, de recordar, de vivir.


Un tono singular: entre el humor y la melancolía

Cohn y Duprat manejan con maestría un tono difícil de lograr: una comedia dramática sin estridencias, que hace reír y al mismo tiempo conmueve. La serie no busca grandes giros de trama ni situaciones forzadas. Es un relato minimalista, en el que cada gesto, cada diálogo y cada silencio construyen sentido.

La música, la fotografía y el montaje refuerzan este tono. Hay una cadencia pausada, casi de contemplación, que invita a dejarse llevar por las sensaciones más que por la acción. El humor es fino, irónico, muchas veces autoconsciente. Pero también hay espacio para la ternura, la soledad, el duelo y la transformación.


Una mirada sobre la vejez y el sentido

Al final del día, Nada es una serie sobre el envejecimiento, la fragilidad y la necesidad de reinventarse. Manuel, que parecía tenerlo todo bajo control, debe aprender a vivir de nuevo. A delegar, a confiar, a ceder. En su vínculo con Antonia se produce un cambio sutil pero profundo: pasa de la arrogancia a la apertura, de la superioridad a la gratitud.

En un mundo que premia la velocidad, la juventud y la novedad, Nada se atreve a contar una historia donde los protagonistas son mayores, donde las conversaciones importan más que los eventos, y donde el vacío no es solo ausencia, sino también posibilidad.


Conclusión: una obra pequeña con corazón grande

Nada es una serie breve —se puede ver en una tarde— pero que deja una huella duradera. Es una reflexión elegante, sutil y agridulce sobre el tiempo, la amistad, la cultura y la necesidad de compañía. Brandoni ofrece una actuación memorable, y De Niro aporta su aura sin robar protagonismo.

En una época saturada de ficciones ruidosas y aceleradas, Nada propone una pausa. Una invitación a mirar, a escuchar, a saborear lo esencial. Porque a veces, en lo que parece ser “nada”, se encuentra todo.

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